ESE MUNDO DESAPARECIDO, DE DENNIS LEHANE

Composición: Gerardo Morán

“Ese mundo desaparecido” (“Word Gone By”), de Dennis Lehane.
Salamandra, Barcelona, 2017, 350 páginas.
Traducción de Enrique de Hériz.
En España: 19 euros. En Argentina: 345 pesos.

“Esto era el presente y la muerte se le acababa de plantar más cerca que Joe. Se le había sentado en el hombro y le estaba acariciando el cabello con los dedos”. Es muy probable que quien haya leído alguna vez al norteamericano Dennis Lehane reconozca en estas líneas su estilo único, quizás inimitable. Ese estilo, esa forma de narrar, que le hace decir a Laura Fernández, de “El Cultural”, de Madrid, que no es un estilo magnético, sino hipnótico, “hasta el punto de hacerte desear que el mundo se detenga para que no hacer otra cosa que leer” la historia que uno tiene en sus manos.
¡Qué narrador es Lehane, qué maestro! No ya del género negro (que lo es, y de manera evidente) sino un autor literario de esos que hoy no sobran en ningún lugar. De esos inolvidables.
“Ese mundo desaparecido” transcurre a un año del ataque a Pearl Harbor, es decir cuando ya los Estados Unidos está involucrado al máximo en la Segunda Guerra Mundial, en un ambiente muy pesado, marginal, de gánsteres, en zonas de Tampa, Florida, donde Joe Coughlin intenta llevar una vida adusta, peligrosa pero controlada, hasta que recibe un curioso mensaje: alguien lo ha sentenciado para que ser liquidado un Miércoles de Ceniza.
La historia girará en torno a ese hecho y Coughlin se irá sintiendo progresivamente acosado y cada vez más sólo. Su obsesión será cuidar no únicamente su vida sino, y de manera especial, la de su hijo Tomás, de diez años. Coughlin ha quedado viudo, luego de que su mujer cubana fuera muerta por alguna venganza que nunca terminó de dilucidar.
La novela forma parte de una trilogía. En efecto, “Ese mundo desaparecido” ha sido precedido por “Cualquier otro día” (2008) y “Vivir de noche” (2012), en tanto que la más reciente fue publicada en su idioma original dos años atrás. En la primera, Joe era un niño, en la segunda los hechos transcurren en 1926 pero Coughlin, aunque ya se perfila como un ser singular, no termina de transformarse en el protagonista casi absoluto, central, como lo es en la tercera novela, en la que lo muestra como consegliere de una “familia” mafiosa italiana. Su apellido irlandés lo inhibe para ocupar el puesto principal, pero su posición de operador, por el solo hecho de ser un intermediador eficaz que hace ganar mucho dinero al resto, reduce al máximo el número de quienes quisieran desplazarlo, por eso no termina de entender bien por qué alguien lo tiene en la mira y ha decidido su asesinato.
La habilidad de la escritura de Lehane  se hace presente desde el primer momento, cuando recuerda la fiesta que se realizó en Tampa, en diciembre de 1942, con la intención de recaudar dinero para las tropas desplegadas en el escenario bélico europeo. Seis meses más tarde, un periodista del lugar se encuentra con fotografías tomadas en esa fiesta y, dice el autor, “se llevó una sorpresa al ver la cantidad de asistentes a esa cena de recaudación de fondos que habían acabado saliendo en las noticias locales, ya fuera para asesinar a alguien o por morir asesinados”.

Hálito de tragedia. Lo que va a ocurrir en la novela se encuentra anticipado en esas líneas y un poco más adelante, cuando en el relato el autor ubica a Joe en la fiesta referida haciéndole ver, a la distancia, a un niño de rasgos indefinidos y que usa un ropaje que “atrasa”, como si en realidad estuviese vestido a la moda de unos treinta años atrás.
¿Es un ser real o un fantasma? ”Lo incorporé después de haber acabado el primer borrador. No entendía por qué la novela no acababa de funcionar, hasta que comprendí que en realidad estaba escribiendo sobre la muerte”, le cuenta Lehane a Eduardo Lago, en Babelia de “El País”. Un fantasma entonces, la presencia de la muerte que había tocado de cerca al propio autor, después del fallecimiento de sus padres, y de un hermano con quien, confiesa, se encontraba muy unido.
Lenguaje seco, directo, escenas de extrema violencia (tensión máxima cuando Joe visita al mítico Lucius, una suerte de rey del hampa que vive en un barco extraño, rodeado de seres fieles y drogados; enfrentamientos armados en torno a una pastelería que dejan casi sin aliento a quien lee esas páginas, como si cobraran vida y relieve), brutalidad constante, diálogos filosos, trabajados de una manera minuciosa y magistral, franqueza sexual y, como suma y balance, un hálito de tragedia que irá aumentando hasta volverse abrumador, cuando Joe se encuentra con su más profunda y rotunda realidad.
Lehane ha escrito una de sus mejores obras. Ya se sabe que siempre lo ha acompañado el acierto y que también “Río místico” tenía un insuperable/insoportable hálito de tragedia nacida de la insidia, la mentira, el inexorable error.
Todo eso vuelve acá multiplicado, en estas páginas escritas con dosis justas de intriga, dolor, traiciones por doquier, odios y amores (como el que Joe siente por su hijo y por su esposa muerta). Lehane sabe llevar la historia hasta los mismos límites de la verosimilitud y conoce cómo tensar la cuerda al máximo, logrando en el último momento, cuando el lector espera el error, dar el salto inesperado del gran equilibrista que también es. Obra maestra.

Tapa  de la edición en inglés
“Las balas surcaron el aire como enjambres de abejas. De nuevo, Tomás entendió que tenía que echarse al suelo, entre los asientos, agacharse tanto como pudiera, pero lo que estaba viendo superaba en tal medida su experiencia y su capacidad de comprensión que sólo podía estar seguro de que nunca volvería a ver algo así. Todo se desarrollaba a estallidos irregulares. Nada parecía conectado, pero todo lo estaba.
Después de atropellar a esos dos hombres, el coche se había estampado contra el lateral de un camión y un hombre con un traje claro de seda había comenzado a dispararle con una metralleta.
En la acera, el hombre que había fingido atarse un zapato disparó con su pistola hacia el interior de la pastelería.
El cartero estaba desplomado sobre su bicicleta, tirada en el suelo, y el brillo de su sangre se derramaba sobre el correo.
El hombre que había fingido atarse el zapato gritó. Fue un grito de horror y negación, un grito agudo, como de niña. Hincó las rodillas y se le cayó la pistola. Se tapó los ojos con los dedos y la cruz de ceniza de su frente empezó a gotear por el calor. El tío Dion salió tambaleándose de la pastelería, con la mitad inferior de la camisa azul llena de sangre. Sostenía la caja del pastel en una mano y el arma en la otra. Apuntó al hombre arrodillado, le disparó una bala en la cruz de la frente y el hombre cayó hacia atrás”.

Datos para una biografía
Dennis Lehane nació en 1965 en Dorchester, Estados Unidos. Descubrió su vocación de escritor en el Eckerd College y más tarde realizó un curso de escritura creativa en la Universidad Internacional de Florida. Debutó en 1994 con Un trago antes de la guerra, donde presentó a la pareja de detectives privados compuesta por Patrick Kenzie y Angela Gennaro. Con estos mismos personajes publicó cinco novelas más Abrázame, oscuridad (1996), Lo que es sagrado (1997), Desapareció una noche (1998), Plegarias en la noche (1999) y La última causa perdida (2010).Otras novelas han sido Mystic River o Río místico (2001), Shutter Island o La isla siniestra (2003), Coronado (2006), La entrega (cuento transformado en novela, 2014), así como la trilogía que tiene a Joe Coughlin como protagonista: Cualquier otro día (2010), Vivir de noche (2012) y Ese mundo desaparecido (2015). Se encuentra inédita en español Since We Fell, publicada este año en inglés. Lehane se hizo famoso como guionista de las populares series The Wire y Boardwalk Empire. Clint Eastwood dirigió su versión de Mystic River en 2003, Martin Scorsese hizo lo propio con Shutter Island en 2010 y Ben Affleck dirigió sendas versiones de Desapareció una noche (2003) y Vivir de noche (2016). A su vez La entrega fue dirigida por Michael Roskam en 2014. Por “Ese mundo desaparecido” obtuvo el Premio Pepe Carvalho este año y su obra ha sido traducida a veintidós idiomas.

 

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