"Un padre extranjero", de Eduardo Berti. Los enigmas, la conjetura

“Un padre extranjero”, de Eduardo Berti.
Tusquets Editores, Buenos Aires, 2016, 322 páginas.
En Argentina: 329 pesos.

La autoficción está de moda. El narrar sobre el padre, también. Pero en “Un padre extranjero” el argentino Eduardo Berti evita las reiteraciones y logra mantener firme el timón desde el principio al fin de su nueva aventura literaria, porque además le añade los resultados de una suerte de experiencia vital que es también una investigación: indagar sobre los misterios de la vida  y la obra del polaco Jósef Teodor Konrad Korzeniowski, quien hiciera suyo el idioma ingles para inmortalizarse con el seudónimo de Joseph Conrad.
“No es fácil acercarse al solitario al menos que él lo propicie”, sostiene Carlos Sánchez Rodríguez. Berti, “protagonista” o, mejor, observador subjetivo de lo que narra, tropieza con esa valla por partida doble. Por una parte, se propone indagar sobre los misterios, las preguntas sin respuestas, que le ha dejado su padre, ya fallecido. Y por lo otra, intenta saber más sobre la vida en familia de Conrad, quien vivió aislado en la campiña británica, también como el padre de Berti, poco o más bien nada dispuesto a contar sobre su pasado. E incluso sobre el presente de su vida en Pent Farm, en la campiña inglesa, junto a su mujer Jessie y su hijo Borys.
”Ésta es una novela escrita por alguien cuyo padre era extranjero, pero también por alguien que vive en el extranjero desde hace tiempo. Son las vueltas de la vida. Ahora es mi hijo el que acá en Francia (como yo tuve en su momento, en la Argentina) un padre extranjero”, señala el autor en un texto que escribió para reflexionar sobre su más reciente trabajo. Pero con la aclaración de que se trata de una ficción en la que mezcla “datos y elementos reales” con otros que son totalmente ficticios.
De todo ese magma logra extraer un texto que juzgo persuasivo, con sus múltiples interrogantes y bifurcaciones impensadas. Es mucho lo que contribuye al puzzle de “Un padre extranjero”: la indagación sobre quien fue en realidad su padre, muerto poco antes del inicio del relato; la historia de una novela que el padre dejó al morir escrita en cuadernos que tardíamente el autor leerá; su acercamiento a Conrad, para lo cual mediante múltiples gestiones logra viajar y conocer el Pen Farm, que fanáticos del autor polaco/inglés aún hoy conservan; el intento de saber un poco más sobre la vida del autor viviendo en el siglo XIX en suelo extranjero, mientras un lector obsesivo, que se ha interpretado mal unas páginas, se propone asesinarlo…

La edición argentina
El padre rumano, el polaco que escribió en inglés. La novela se inicia con la muerte de la madre del narrador que, se enterará el lector, era el nexo que lo unía con el padre, el rumano, el extranjero, que no sólo se negaba a hablar en su idioma natal sino que se mostraba infranqueable en muchos otros aspectos.
El hijo, poco más tarde, se enterará por su mismo padre que éste ha comenzado a escribir, al poco tiempo que se conociera del narrador su primer libro publicado.
El texto de Berti se irá diversificando, complejizando, “abrirá” nuevas puertas porque en simultáneo el narrador se irá transformando en un extranjero él también dado que, casado, se va a vivir a Europa. Antes, y después, se obsesionará tratando de dilucidar otros misterios, estos vinculados a Joseph Conrad, a quien llamará Józef (su nombre polaco), su radicación en Inglaterra, su vida de exiliado nunca totalmente explicitada, junto a Jessie y Borys, atacado por enfermedades, reales o imaginarias, por “atascamientos” al momento de escribir y ajeno al hecho de que un admirador, que ha interpretado caprichosamente un texto, se propone asesinarlo porque interpreta que Conrad lo ha caricaturizado.
Berti construye su novela, si puede ser considerada como tal, sin respetar cronologías y superponiendo historias, de manera que también da lugar a una suerte de extenso “paso de comedia” referidas a las múltiples vicisitudes que debe afrontar hasta conocer (¡y pernoctar!) en Pen Farm, hacienda antigua que es cuidada y regenteada por un grupo de admiradores de Conrad, fanáticos y desconfiados, quienes le van poniendo un obstáculo tras otro a los que Berti logra superar, como si de una carrera se tratara, en base a ingenio y obstinación.
La historia al final vuelve al padre que está moribundo, a la novela, o intento de novela, que escribió, a la que llama “El derrumbe” pero que el narrador denomina “El derumbe”, vale decir con el título mal escrito, como muestra de que su padre, más allá de los aciertos o desaciertos de su texto, fue alguien que nunca logró hacer pie en la lengua adoptada.
Texto cargado de anfractuosidades, obra que parece estar en constante gestación y que se diluye en varios finales probables, también le sirve a Berti para indagar sobre el pasado familiar, aquel que su padre nunca terminó de develar -que incluye su propio apellido- y del que sólo queda lugar para la conjetura. Quizás en esta palabra resida el sentido último del libro, la clave enigmática que no se termina de conocer.
“Un padre extranjero” será publicado en breve en España por la editorial Impedimenta.

La próxima edición española
“Una tarde, cuando ya vivía en París, me tocó dar una charla pública en francés y, a poco de empezar a leer el texto que había preparado, sentí que mi acento aquel día era desastroso. En vez de asumir el hecho o de intentar corregirlo con un leve golpe de rumbo (era común que mi petit accent, como dicen en Francia con compasión, se ajustase o desajustase en una especie de efecto dominó: los diferentes sonidos de la ‘e’, las ‘erres’, los distintos sonidos de la ‘u’), en vez de eso, corté de cuajo la lectura y reflexioné en voz alta que a menudo despertaba ‘pronunciando peor que nunca’. Cierta gente tuvo la cortesía de sonreír; yo bebí un sorbo de agua, acomodé un poco la lengua y otras cosas difíciles de indicar, todas ellas en la boca (en los dientes, en lo alto del paladar), y retomé la lectura, apenas un poco mejor. Esa noche, antes de meterme en la cama, sentí el impulso de llamar por teléfono a mi padre, para preguntarle si a él le había ocurrido algo parecido, si a veces se despertaba hablando mejor o peor aquella lengua adquirida. Mi padre había muerto hacía un año, más o menos. El reflejo de llamarlo perduró en mí un par de años”.

Datos para una biografía:
Eduardo Berti nació en Buenos en 1964. Es escritor y periodista cultural. Publicó el libro Rockología (1990, reeditado en 2012), colaboró con los principales medios gráficos de la Argentina y se desempeñó como guionista de documentales sobre rock argentino y el tango. Como escritor de ficción ha publicado los libros de cuentos Los pájaros (1994, reeditado en 2003), La vida imposible (2002, Premio Libralire, reeditado en 2014) y Lo inolvidable (2010), los aforismos y miniprosas de Los pequeños espejos (2007) y las novelas Agua (1997),La mujer de Wakefield (1999, finalista del Premio Fémina), Todos los Funes (2005, finalista del Premio Herralde), La sombra del púgil (2008) y El país imaginado (2011), por la que obtuvo, además del prestigioso Premio Las Américas, el Premio Emecé. Como antólogo ha editado Nouvelles, antología del nuevo cuento francés (2006), Galaxia Borges (con Edgardo Cozarinsky, 2007), Galaxia Flaubert (2008), Los cuentos más breves del mundo. De Esopo a Kafka (2009), Historias encontradas (2010) y Fantasmas (2011), además de haber traducido a autores como Nathaniel Hawthorne, Jacques Sternberg, Henry James, Jane Austen y Charles Dickens. Desde 2014 es integrante del OuLiPo. Fue coguionista de las películas “Nordeste” y “El amor a veces”. Reside en Francia.

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